Cada día pensamos en un yo
infinito, y en un nadie compartido que efímero, se consume en un vacío creado
por muchos anónimos , anónimos que forman parte de nuestro propio ser, y que
día a día observamos que son esas las facetas que nos hacen ser uno mismo.
Odiamos lo que queremos odiar, amamos y defendemos a sangre lo que queremos, y
el término medio queda en un segundo plano, siendo optimistas. Todos vivimos en una ruleta
que gira, y nunca es nuestra mano la que elige nuestro premio o nuestra
hecatombe, ni tampoco la que controla las emociones que estas decisiones llevan
a cabo. Somos esos rostros inocentes que
asumen con indiferencia el papel de lo
que somos, siervos libres en una libertad asediada.
Nos desvanecemos año tras año, generación tras
generación, y el único éxito que hemos tenido es darnos cuenta que
tanta lucha por ser liberados conlleva no a la felicidad, sino al final del mapa previsto, donde hallamos una verdad vacía,recia,encolerizada, pútrida, que se gangrena y da lugar a la creación perfecta de nuestra propia pesadilla hecha realidad,un ansia de venganza en estado puro, que es reflejada en una dictadura cada vez más silenciosa y feroz. ¿Es este nuestro castigo? ¿O es quizá lo que hemos estado buscando todo este tiempo?
“El poder es la ambrosía del tirano, que tal es su deseo de
poseer, que no importa el camino, ni el modo de conseguir el más mínimo sorbo
de su embriagadora esencia”.
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