Artifice de mi propia destrucción

sábado, 26 de octubre de 2013

Inviernos largos.

Un día te das cuenta, el tiempo ha pasado, y sigues en el mismo sitio, sin saber si hay finales felices. Las noches se convierten en jaulas y los días te matan si pedir permiso. Gritas a un silencio permanente, y le culpas de tu indiferencia, de tus errores, y de tus propios castigos.Avanzas entre una oscuridad opaca, y te fijas que estas solo, entre unas paredes que arañan, entre voces que te llevan al desconcierto. Tomas aire, como el que se esta ahogando, como el que lucha por mantenerse en vida, aunque sabes que luchas a contracorriente. Sientes que todo es un ciclo aburrido, en el que, por mucho que intentas buscar una respuesta, acabas levantándote y pensando en el mismo problema con el que has dormido: ¿Porqué?¿ Hasta cuando?... usas el tiempo para nada. Llega un momento en el que no diferencias entre 2 opuestos, y quizá es, al fin y al cabo, la vida y la muerte parte de una misma incandescencia, parte de un mismo todo.
Es difícil observar como la gente te observa sonreír, ser alguien que tú realmente no eres, mostrando así un traje del que nadie ve tu verdadera imagen, nada más que tu propia máscara.
No estoy triste, después de todo.A fin de cuentas, creo que no sé ni como estoy... son tantas las veces que he reprimido el vomitar toda esta desesperanza ya putrefacta, que creo que pronto mi cabeza va a explotar.Siempre he querido ser optimista y pensar "Mañana vendrá otro día mejor", y me acabo hundiendo entre las mismas coordenadas de un mapa en el que no sé encontrarme. Y sí, así es como describo mi vida,(ojalá no fuera el único que la viera así, por lo menos me sentiría comprendido)como un concurso para ver quien muere mejor, más rápido, o algo parecido, realmente no lo sé...
Tengo la mala sensación de que todos nos estamos acostumbrando a sonreír al dolor, a cada puñalada, a cada disparo en la sien, todo compartido con signos de alegría en un mundo hipócrita y masoquista, en el que el sentido común se hunde rápidamente, y es olvidado entre los verdaderos héroes de nuestra historia, los que luchan día a día en seguir adelante, los que no piden fama ni moneda de cambio, sino unos segundos más de vida,y, sin embargo, son los que mueren en la soledad, en un cruel  tictac que muerde en silencio, sin vida, inerte.

Cuanta felicidad nos debe la desesperanza.

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