Artifice de mi propia destrucción

domingo, 6 de octubre de 2013

Entre los muros de un castillo

Pasan los días en silencio, escondidos entre una niebla atormentada, que tenue anuncia un futuro: 
Una flor marchita, una vida apagada.
Absorto, observo como el tiempo se clava en mi mente, tatuando a fuego vivo la voz de la ausencia, en una sonrisa triste, en un rostro blanco, que sin voz ni voto camina desapercibido, como uno más que no llega a ser nada.
Asumido en un mundo de incertidumbre, en un mar de dudas, avanzo a contracorriente, indeciso. Ya no se a donde pertenezco, donde vivo ni quién soy, pero a estas alturas no sé porqué, pero ya no me importa. Día a día voy sintiendo que me estoy cansando, pero no de manera material, y esto creo que me esta matando lenta y egoistamente. Siempre pensé que era esencial mantener un halo de esperanza, algo por lo que luchar en tiempos en los que flaquean las fuerzas, pero ya hay demasiados fosos en mi jardín, y el miedo al error acompañada de la nostalgia me oprimen en un cuarto vacío y oscuro, del que me es imposible salir.
Cada hora, cada segundo, lo solía observar inocente, entre los verdes parques en algun lugar de mi infancia, pero si hay algo que he aprendido en mi mayoría de edad, es que todo cambia con el paso del tiempo, y ahora esa  percepción tan ilusa e inocente es vista como un castigo, que parece que nunca llega a su fin.
Hoy me he librado de esta, mi agonía, pero siento, siento profundamente que ahora sientas cada punzada, cada apuñalada y cada herida cuando descubras esta, mi mentira, mi dolor,
 mi verdad comprometida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario